Se crio en un pueblo de la Comunidad de Madrid (1987), cuyo nombre prefiere no mencionar porque rima con algo muy feo. Tiene muchas aficiones y la única barata es quejarse. Entre las caras, destacan probar todo lo que lleve pistacho y adoptar más gatos de los que es capaz de gestionar.
Ha escrito una decena de novelas enmarcadas en distintos subgéneros de la romántica. Las últimas son No confíes en Asher Hall y Misha Zhukov debe morir.
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